miércoles, enero 18, 2006

Cesantía extrema: Maestro de la construcción busca trabajo arriba de las micros


Jorge Pino tiene 62 años y hace cinco años que está sin ocupación estable. Tiene un hijo con síndrome de down y su familia subsiste con 60 mil pesos mensuales. Dice que se tragó la vergüenza y pide algún pololito a los pasajeros que lo escuchan. A veces resulta.

Son casi las seis de la tarde y hace mucho calor en Santiago. Los 30 grados a la sombra se sienten poderosos. El largo día de enero se deja caer sobre los que a esa hora ya están cerrando su jornada laboral. La idea para muchos es llegar rápido a sus casas y aprovechar lo que queda del día con la familia.

Pero no todos tienen las mismas intenciones. Jorge Pino de 62 años está arriba de una micro amarilla y se apresta a recitar frente a los pasajeros un discurso que tiene aprendido de memoria:

“Perdone que quite un poco de tiempo en su viaje. Soy uno de los tantos obreros de la construcción que se encuentra cesante…siempre que busco trabajo y llego hasta una obra la respuesta ha sido ‘no hay vacantes’. Sufro discriminación por la edad, tengo 62 años y subsisto con trabajos chicos. Si alguien conoce de algún pololito, bienvenido sea. Yo hago de todo: carpintería, albañilería, obra gruesa, jardinería, limpio vidrios, lo que venga. Tengo todos mis documentos al día… Agradecido de ante mano, es bien vergonzoso lo que hago, pero no me queda otra”.

Algunos en la micro reaccionan, miran un tanto asombrados por la forma de pedir trabajo. Quizás recuerden las promesas de los candidatos que hablaban de crear un millón de empleos. Otros ni siquiera se dan cuenta del personaje que luce cansado, transpirado y agobiado por el fuerte sol. Duermen impávidos o simplemente se hacen los desentendidos. Los menos sacan una moneda y se la dejan. No hay trabajos ofrecidos, solo 200 ó 300 pesos que ayudarán a que su mujer y sus cuatro hijos puedan comer al otro día.

Cuando cuenta su historia, resalta que ha tenido que tragarse la vergüenza por pedir trabajo de esa manera. Lo hace desde hace cinco años. Señala que a veces, las menos, le resulta.
“Por mi edad lo que salen son pololitos chicos. Arreglar un jardín o limpiar vidrios. Poco en lo que yo sé hacer que es la construcción”, apunta.

Jorge vive en una casa pequeña –por la que está pagando dividendo- en Puente Alto. No tiene muchas comodidades, pero pueden convivir en ella las cinco personas a las cuales debe mantener. Comenta que en promedio recibe algo más de 60 mil pesos mensuales. La cifra –que puede variar hacia arriba o abajo- definitivamente no alcanza. Su mujer no puede trabajar ya que debe prestar atención permanente y total a Daniel de doce años, el más pequeño de la familia, quien tiene síndrome de down.

“Al niño no se le puede dejar solo. Hace cualquier cosa porque no sabe nada. Hay que andar con cuidado con él porque se va para la calle y no conoce el peligro de los autos y le puede pasar cualquier cosa. Han estado apunto de atropellarlo algunas veces”, argumenta.
La idea de subirse a las micros a buscar trabajo salió de la desesperación. Él prefiere sufrir lo que, en sus propias palabras, es humillante, a robar o quedarse en su casa mirando las caras del resto de su familia. Hay que luchar y, aunque a su edad es difícil, no se da por vencido. Le gustaría salir, de una vez por todas, de la estadística que indica que en Chile existen cerca de 500 mil personas desempleadas.

Dice que algunos conductores son más “piadosos” que otros y lo dejan abordar y relatar sus penas. Hay algunos que lo ignoran y mueven sus máquinas antes de que él pueda exponer su situación a la improvisada audiencia.

“Quizás los choferes que me dejan subir–manifiesta- se dan cuenta del problema de cesantía que hay. En una de esas, ellos mismos van caminando hacia allá y se ponen la mano en el corazón y me dan permiso”.

Cuenta también que en la micro le han pasado situaciones difíciles. Una vez fue contratado por un personaje que lo mandó a trabajar a Rancagua. Después de un mes de realizar diferentes labores llegó la hora de cobrar. Nunca vio el dinero. El tipo no apareció más.

Son pasadas las seis de la tarde y el calor no da tregua aún. La idea de Jorge Pino no es llegar luego a casa. De hecho, le da lo mismo si es tarde o temprano. Lo importante es llegar con algo y, aunque durante el día la búsqueda arriba de las micros amarillas no ha dado el resultado esperado, aún no pierde las esperanzas. Algún pololito podría caer y el problema del almuerzo, al menos para mañana, estará solucionado.

lunes, enero 16, 2006

Los dueños de la verdad

En el último tiempo se ha dado un fenómeno periodístico digno de análisis, un fenómeno íntimamente relacionado con, por una parte, el aumento de la capacidad mediática y globalización producido por Internet y, por otro lado, la disminución constante, por ley o por decisión propia, de las libertades informativas en los medios tradicionales.
El resultado de lo anterior es una mezcla no muy pura y sí bastante peligrosa de periodismo “opinativo” llevado a su grado extremo a través de la web.
Para ser un poco más claro, lo anterior se traduce en que, debido a las estúpidas restricciones puestas en los medios tradicionales por dueños, intereses económicos, editores miedosos y periodistas mediocres y un cuanto hay que impide el ejercicio sano de la profesión, se están creando válvulas de escape a través de los diarios electrónicos que descargan toda la rabia contenido de comunicadores inquietos por acercarse a la verdad sin adornos o acomodada a intereses particulares.
Es así como en los último años han aparecido medios muy respetables en Internet, pero que muchas veces caen en un autoritarismo extremo, característico de aquellos que se endiosan en pequeñas verdades que vistas desde adentro son grandes axiomas capaces de hacernos defenderlos con la propia vida.
Sobre esta base se opina de todo, se juzga todo y más aún se recomienda acciones sin tener los contextos correspondientes, abanderizándonos con sólo una visión de lo que pasa (la que más acomoda), al tiempo que se deja de lado contrapartes, algo básico en esta profesión.
El problema es que como periodistas o comunicadores no estamos para juzgar entre lo bueno y lo malo emitiendo principios casi “bíblicos” en torno a lo que las personas deberían hacer. Hacemos de la opinión algo natural y normal en medios donde, más que nuestra opinión, importan los hechos que suceden, teniendo los lectores la posibilidad de poder crear su propia visión de “la realidad” y situaciones.Al respecto creo que es tremendamente necesaria la autocrítica de dueños, editores y periodistas sobre lo que está sucediendo, ya que lo que puede resultar es una deformación tal del periodismo que nos harán caer en el más absoluto descrédito ante la opinión pública, generando miedos y posicionándonos como dueños de “la verdad” o “nuestra verdad”, lo que por cierto, no es así y nunca lo será.

lunes, enero 09, 2006

Todo sigue igual... y qué

Volví a Santiafgo, después de unas cortas y reponedoras vacaciones en Villarrica y Caburgua. Sencillamente espectacular. Todo Ok.
Por unos días pude estar nuevamente expuesto a la realidad de la ciudad (Villarrica). Políticamente als cosas siguen igual. Ni acuña ni Martiní fueron capaces de desbancar a los que estaban. Me llamó la atención la baja votación del esposo de la alcaldesa. Parece que el apoyo que decía tener el DC y, según él, se representaba en su esposa jefe de la alcaldía, quedó en una epifanía política más. La gente parece que no lo quería tanto como él señalaba. Parece que vemos un cadáver político manejando una camioneta roja.
Hummm... me dejó tan indiferente este tema y se nota que estoy escribiendo sin alma. Al final, sólo gastaré unas líneas para decir... está muy malo el Correo del Lago.... nada más y no lo digo de picado por la mala actitud del director, sino porque de verdad, más que informar, desinforma.... y listo. Lo dije y si a alguien no le gusta... me da lo mismo a estas alturas. Nos vemos o nos escuchamos en las elecciones. Voy de reportero a la Parque... desde Pucón con la información al minuto. Chao.