lunes, enero 16, 2006

Los dueños de la verdad

En el último tiempo se ha dado un fenómeno periodístico digno de análisis, un fenómeno íntimamente relacionado con, por una parte, el aumento de la capacidad mediática y globalización producido por Internet y, por otro lado, la disminución constante, por ley o por decisión propia, de las libertades informativas en los medios tradicionales.
El resultado de lo anterior es una mezcla no muy pura y sí bastante peligrosa de periodismo “opinativo” llevado a su grado extremo a través de la web.
Para ser un poco más claro, lo anterior se traduce en que, debido a las estúpidas restricciones puestas en los medios tradicionales por dueños, intereses económicos, editores miedosos y periodistas mediocres y un cuanto hay que impide el ejercicio sano de la profesión, se están creando válvulas de escape a través de los diarios electrónicos que descargan toda la rabia contenido de comunicadores inquietos por acercarse a la verdad sin adornos o acomodada a intereses particulares.
Es así como en los último años han aparecido medios muy respetables en Internet, pero que muchas veces caen en un autoritarismo extremo, característico de aquellos que se endiosan en pequeñas verdades que vistas desde adentro son grandes axiomas capaces de hacernos defenderlos con la propia vida.
Sobre esta base se opina de todo, se juzga todo y más aún se recomienda acciones sin tener los contextos correspondientes, abanderizándonos con sólo una visión de lo que pasa (la que más acomoda), al tiempo que se deja de lado contrapartes, algo básico en esta profesión.
El problema es que como periodistas o comunicadores no estamos para juzgar entre lo bueno y lo malo emitiendo principios casi “bíblicos” en torno a lo que las personas deberían hacer. Hacemos de la opinión algo natural y normal en medios donde, más que nuestra opinión, importan los hechos que suceden, teniendo los lectores la posibilidad de poder crear su propia visión de “la realidad” y situaciones.Al respecto creo que es tremendamente necesaria la autocrítica de dueños, editores y periodistas sobre lo que está sucediendo, ya que lo que puede resultar es una deformación tal del periodismo que nos harán caer en el más absoluto descrédito ante la opinión pública, generando miedos y posicionándonos como dueños de “la verdad” o “nuestra verdad”, lo que por cierto, no es así y nunca lo será.